Se escucha cada semana o al menos cada tercer día que una persona fue asesinada, secuestrada o lesionada por la gran inseguridad que impera en el país. Anteriormente, en los estados como Nuevo León, Chihuahua, Monterrey y Sinaloa predominaba el alto riesgo de ser aniquilado o asaltado. Sin embargo, la situación ya se ha extendido a otras entidades, en este caso: Puebla.
Los feminicidios alarman a la sociedad, y éstos acrecientan con el paso de los días. De hecho, entre los que son registrados y los que no, el número alcanza el tope. De acuerdo, a las cifras de la Fiscalía General del Estado (FGE), entre 2013 y 2018, 368 mujeres han muerto en circunstancias de suma violencia, lo que deja entrever el motivo de las manifestaciones contra los feminicidios y la lucha por la alerta de género.
El estrangulamiento, sofocación, ahorcamiento, quemaduras, golpes, ahogamiento o heridas con objetos punzocortantes son causas de muerte tres veces más comunes en mujeres que en hombres, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) informó que de 2015 a 2017 se han iniciado en México mil 640 carpetas de investigación por feminicidio. En su reporte “Información delictiva y de emergencias con perspectiva de género”, se observa un incremento de 2015 a 2017 de 72.4 por ciento a nivel nacional. También informa que 389 feminicidios se investigaron en 2015; 580 casos en 2016 y para 2017 abrieron 671 carpetas de investigación por este delito.
A partir de los datos que arrojan las instituciones se puede visualizar y determinar que el percance asalta a toda la República Mexicana, con diversas variantes, y es por esa misma razón que se ha activado la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM).
Debilidad y empoderamiento de las mujeres
¿Por qué se ha hecho tanto hincapié en los feminicidios en los últimos años? Porqué no dejan de ocurrir y éstos acrecientan, claro es. Sin embargo, se tiene que ahondar en el hecho, más allá de la pura estadística que retrata el mal que persigue a las féminas. Es decir, en el aspecto psicológico. ¿Cuál es la causa? ¿Qué empuja a los hombres a cometer tal atrocidad?
Se origina desde el machismo, en el que el varón siente que rebasa a la mujer, él se autodenomina mejor que ella. Pero, el embrollo es qué en algunas ocasiones, ella misma acepta que el hombre es mejor. Para que exista un opresor, es esencial que el otro juegue el papel que complementa la relación, el oprimido. Se hace referencia a dicho concepto en el libro “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire. En este caso, aplicaría como dominante (hombre) – dominada (mujer).
Un ejemplo frecuente es como la mamá inculca a sus propios hijos la preferencia hacia el niño, joven o adulto, en todas las edades lo puede seguir fomentando, pero normalmente empieza a arrancar cuando son adolescentes. El hombre tiene más derechos y permisos, es más admitido que tenga comportamientos de salvajismo, que llegue a altas horas de la noche sin que reciba excesivos regaños, que le sirvan de comer o que tenga más mujeres. Son algunas de las situaciones de una numerosa lista.
Haciendo referencia al último punto, y tomando en cuenta los parámetros de las familias y del contexto, pueden premiar o criticar menos a un hombre si es “mujeriego”, incluso lo pueden elogiar o catalogarlo como un “galán” o un “Don Juan”. En cambio, la mujer será más recriminada si se le observa con varios, habrá un sinfín de calificativos y ofensas dirigidas a ella que mostrarán una imagen muy negativa y la denigrarán. Lo peor de dicho escenario es que no sólo los hombres emiten tales juicios, sino que las mismísimas mujeres concuerdan en que su compañera de género merece ser llamada “puta”, entre muchas otras denominaciones.
Los feminicidios son un gran riesgo, y un fenómeno que se extiende, aún así no sólo se trata de castigar a ellos y exigirles a las mujeres que se cuiden, ya que eso es primordial, sino entender la profundidad que origina el asesinato hacia la fémina.